Sabemos bastante sobre cela (el libro), pero no sabemos lo que queremos decir con ceci (el ordenador). ¿Un instrumento mediante el cual una gran cantidad de información será proporcionada cada vez más por íconos? ¿Un instrumento sobre el que se puede leer y escribir sin necesidad del soporte en papel? ¿Un medio gracias al cual se podrán tener experiencias hipertextuales desconocidas? (...)La idea de que algo acabará con otra cosa es muy antigua, y desde luego se produjo antes de Hugo y antes de los últimos miedos medievales de Frollo. Según Platón (en el Fedro), Theut, o Hermes, el supuesto inventor de la escritura, presenta su invento al faraón Thamus, alabando la nueva técnica que permitirá a los humanos recordar lo que de otro modo olvidarían. Mi habilidoso Theut, dijo el faraón, la memoria es un gran don que debería mantenerse vivo entrenándolo continuamente. Con vuestro invento, la gente ya no se verá obligada a entrenar la memoria. Recordarán las cosas, no debido a un esfuerzo interno, sino gracias simplemente a algo externo.Podemos comprender la preocupación del faraón. La escritura, como cualquier otro invento tecnológico, hubiera hecho innecesario el poder humano al que sustituía y reforzaba, así como los coches nos hacen menos proclives a caminar. La escritura era peligrosa porque disminuía los poderes de la mente, ofreciendo a los humanos un alma petrificada, una caricatura de la mente, una memoria vegetal.El texto de Platón es irónico, naturalmente. Platón estaba escribiendo su propio argumento contra la escritura. Pero pretendía hacer creer que su discurso era relatado por Sócrates, que no escribía (parece académicamente obvio que murió porque no publicó). Por tanto, estaba expresando un miedo que todavía sobrevivía en su época. Pensar es un asunto interno. El auténtico pensador no permite que los libros piensen por él.Hoy en día, nadie comparte estos miedos, por dos razones muy simples. Primero, sabemos que los libros no hacen que otro piense por nosotros; al contrario, son artefactos que nos hacen pensar. Tan solo después del invento de la escritura fue posible escribir una obra de arte sobre la memoria espontánea como En búsqueda del tiempo perdido de Proust. En segundo lugar, si, en su día, la gente necesitaba entrenar su memoria para recordar cosas, después del invento de la escritura también tenían que entrenar su memoria para recordar libros. Los libros desafían y mejoran la memoria. No la narcotizan (...)Nuestra cultura contemporánea no está específicamente orientada hacia la imagen. Tomemos por ejemplo la cultura griega o medieval. En aquella época, la cultura escrita estaba reservada a una élite restringida y la mayoría de la gente era educada, informada y convencida (religiosa, política, éticamente) a través de imágenes. Podemos decir que mucha gente se pasa el día viendo la televisión y nunca lee un libro, y se trata desde luego de un problema social y educacional, pero a menudo olvidamos que esas mismas personas, hace algunos siglos, veían como mucho unas cuantas imágenes estándares y eran completamente analfabetas.A menudo nos confunde la crítica que los medios de comunicación de masas hacen de los mismos medios, y que resulta superficial y siempre tardía. Los medios de comunicación siguen repitiendo que nuestro período histórico está, y estará cada vez más, dominado por las imágenes. Esa fue la primera falacia de McLuhan, y los periodistas han leído a McLuhan demasiado tarde. La actual y las futuras generaciones de jóvenes estarán orientadas hacia el ordenador. La característica principal de una pantalla de ordenador es que alberga y muestra más letras que imágenes. La nueva generación se acercará al alfabeto más que a las imágenes (...)Durante los años ochenta, se publicaron en Estados Unidos algunos sesudos y alarmistas informes sobre el declive de la cultura escrita. Una de las razones para el último crack de Wall Street (que selló el final de la era Reagan) fue, según muchos observadores, no sólo la exagerada confianza en los ordenadores sino también el hecho de que ningún yuppie que controlaba el mercado de valores había estudiado a fondo el crack de 1929. No sabían manejar una crisis porque carecían de información histórica. Si hubieran leído algún libro sobre el martes negro, sus decisiones hubieran sido más sabias y habrían evitado muchos peligros conocidos.Pero me pregunto si los libros hubieran sido el único vehículo fiable para adquirir información. Hace años, la única manera de aprender otro idioma (además de viajar al extranjero) era estudiar en un libro. En la actualidad, nuestros hijos a menudo aprenden escuchando discos, viendo películas en versión original o descifrando las instrucciones de una lata de refrescos. Lo mismo ocurre con la información geográfica. En mi infancia, conseguía mi mejor información sobre países exóticos, no de los libros de texto sino leyendo novelas de aventuras (Julio Verne, por ejemplo, o Emilio Salgari o Karl May). Mis hijos han entrado en contacto mucho antes que yo con el mismo tema viendo películas de cine y televisión.La incultura de los yuppies no se debía únicamente a una exposición insuficiente a los libros, sino también a una forma de incultura visual. Los libros sobre el crack de 1929 existen y se siguen publicando (en todo caso se puede culpar a los yuppies de no frecuentar las librerías), mientras que al cine y la televisión no les interesa el análisis riguroso de acontecimientos históricos. Uno puede aprender perfectamente la historia del Imperio Romano a través de las películas, siempre que sean correctas desde el punto de vista histórico. El error de Hollywood no fue haber opuesto sus películas a los libros de Tácito o Gibbon, sino haber impuesto una versión romántica y caricaturesca de Tácito y Gibbon. El problema de los yuppies no es sólo que ven películas en lugar de leer libros; es que la televisión es el único sitio donde alguien sabe quién fue Gibbon.Hoy en día, el concepto de cultura abarca a muchos medios. Una política cultural acertada debe tener en cuenta la posibilidad de todos esos medios. Hay que equilibrar tareas y responsabilidades. Si para aprender un idioma es mejor hacerlo con casetes que con libros, adelante. Si una presentación de Chopin con su correspondiente comentario en los CD ayuda a que la gente entienda mejor su música, no importa que no compren cinco volúmenes de la historia de la música (...)Debray ha observado que el hecho de que la civilización hebrea se basara en el libro tiene mucho que ver con el hecho de que fuera una civilización nómada. Creo que esto es muy importante. Los egipcios podían grabar su historia en obeliscos de piedra, Moisés no. Para cruzar el mar Rojo, un libro es un instrumento más práctico para recoger la sabiduría. Por cierto, otra civilización nómada, la árabe, se basaba en el libro, y daba más importancia a la escritura que a las imágenes.Pero los libros también tienen una ventaja con respecto a los ordenadores. Aunque impresos en papel ácido, que sólo dura setenta años, aproximadamente, son más duraderos que los soportes magnéticos. Además, no sufren cortes de corriente y son más resistentes a los golpes. Al menos hasta ahora, los libros todavía representan la forma más barata, flexible y práctica de transportar información a muy bajo costo. (...)La gente desea comunicarse con los demás. En las antiguas comunidades lo hacían oralmente; en una sociedad más compleja lo intentaban hacer con la imprenta. Muchas personas no quieren publicar; sólo quieren comunicarse. El hecho de que en el futuro lo hagan por correo electrónico o por Internet será una gran bendición para los libros y para la cultura y el mercado del libro. Consideremos una librería. Hay demasiados libros. Yo recibo demasiados libros todas las semanas. Si los ordenadores consiguen reducir la cantidad de libros publicados, supondría una avance cultural enorme (...)Hay una idea curiosa según la cual cuanto más se dice en lenguaje verbal, más profundo y perceptivo se es. Mallarmé nos dijo que basta con decir une fleur para evocar un universo de fragancias, formas y pensamientos. Ocurre a menudo en poesía que menos palabras dicen más cosas. Tres líneas de Pascal dicen más que trescientas páginas de un largo y tedioso tratado sobre la moral y la metafísica. La búsqueda de una nueva y superviviente cultura no debería ser la búsqueda de una cantidad preinformática. Los enemigos de lo literario están escondidos en otra parte.Me da la impresión de que en estos tiempos nos enfrentamos a tres concepciones distintas de hipertexto. El problema es ¿qué representa un documento de hipertexto? Aquí debemos hacer una cuidadosa distinción, primero, entre sistemas y textos. Un sistema (por ejemplo, un sistema lingüístico) es la totalidad de las posibilidades desplegadas por un determinado lenguaje natural. En este marco, contiene el principio de semiosis ilimitada, como lo definió Peirce. Cada objeto lingüístico se puede interpretar en función de otros objetos lingüísticos o semióticos, una palabra por una definición, un acontecimiento por un ejemplo, un tipo natural por una imagen, etcétera. El sistema es tal vez finito pero ilimitado. Uno se desplaza en un movimiento tipo espiral ad infinitum. En este sentido, desde luego todos los libros posibles están comprendidos por y dentro de un buen diccionario. Si uno es capaz de usar el Third de Webster, se puede escribir El paraíso perdido y Ulises. Desde luego, si se concibe de dicho modo, el hipertexto puede transformar a cada lector en autor. Si se da el mismo sistema de hipertexto a Shakespeare y Dan Quayle, tienen las mismas posibilidades de producir Romeo y Julieta.Puede resultar bastante difícil producir hipertexto tipo sistema. Sin embargo, si tomamos la Horizons Unlimited Enciclomedia, las mejores interpretaciones del siglo XVII están virtualmente comprendidas dentro de ella. Depende de nuestra habilidad para descifrar sus vínculos preexistentes. Dado el sistema hipertextual, depende de nosotros convertirnos en Gibbon o en Walt Disney. De hecho, incluso antes del invento del hipertexto, con un buen diccionario un escritor podía diseñar cada posible libro o historia o poema o novela.Pero un texto no es un sistema enciclopédico o lingüístico. Un determinado texto reduce las posibilidades infinitas o indefinidas de un sistema para formar un universo cerrado. Finnegans Wake está desde luego abierto a muchas interpretaciones, pero es seguro que nunca nos proporcionará la prueba del último teorema de Fermat, o la completa bibliografía de Woody Allen. Esto parece trivial, pero el error radical de desconstrucciones irresponsables o de críticos como Stanley Fish era creer que se puede hacer lo que se quiera con un texto. Con un sistema como el hipertexto basado en el Third de Webster y la Enciclopedia Británica sí se puede. Con un hipertexto unido al universo de Tomás de Aquino, no. Un hipertexto textual es finito y limitado, aunque abierto a innumerables y originales consultas.Luego está la tercera posibilidad. Podemos pensar que los hipertextos son ilimitados e infinitos. Cada usuario puede añadir algo, y se puede crear una especie de historia inacabada al estilo del jazz. En este punto, la noción clásica de autoría desaparece y tenemos una nueva forma de aplicar la libre creatividad. Como autor de Obra Abierta, sólo puedo aclamar dicha posibilidad. Sin embargo, existe una diferencia entre poner en práctica la actividad de producir textos y la existencia de textos producidos. Tendremos una nueva cultura en la que habrá una diferencia entre producir infinitos textos e interpretar con precisión un número finito de textos. Eso es lo que ocurre en la cultura actual, en la que evaluamos de forma distinta una actuación registrada de la Quinta de Beethoven y un nuevo ejemplo de una jam session de Nueva Orleans.Estamos caminando hacia una sociedad más liberada, en la que la libre creatividad coexistirá con la interpretación textual. Me gusta eso. El problema está en decir que hemos reemplazado algo viejo por otra cosa; tenemos ambas, gracias a Dios.(...)A mi entender, la verdadera oposición no es entre ordenadores y libros, o entre escritura electrónica y escritura impresa o manual. He mencionado la primera falacia de McLuhan, según la cual la galaxia visual ha sustituido a la galaxia de Gutenberg. La segunda falacia de McLuhan es la declaración de que vivimos en una nueva aldea global electrónica. Desde luego vivimos en una nueva comunidad electrónica, bastante global, pero no es una aldea, si por ello se entiende un asentamiento humano donde la gente interactúa directamente entre sí. El verdadero problema de una comunidad electrónica es la soledad. El nuevo ciudadano de esta nueva comunidad es libre para inventar nuevos textos, anular el concepto tradicional de autoría y eliminar las tradicionales divisiones entre autor y lector. Pero sabemos que la lectura de ciertos textos (por ejemplo, la Enciclopedia de Diderot) produjo un cambio en el estado de cosas europeo. ¿Qué ocurrirá con Internet y la World Wide Web?¿Pueden los ordenadores poner en práctica, no una red de contactos uno a uno entre almas solitarias, sino una auténtica comunidad de sujetos interactuantes? Pensemos en lo que ocurrió en 1968. Utilizando los sistemas de comunicación tradicionales como la prensa, la radio y los mensajes mecanografiados, toda una generación, desde EE.UU. a Francia, de Alemania a Italia, fue partícipe de una batalla común. No intento evaluar política o éticamente lo que ocurrió, sólo estoy señalando que ocurrió. Varios años más tarde, una nueva ola estudiantil revolucionaria emergió en Italia, no una basada en dogmas marxistas como la anterior. Su principal característica era que se produjo por fax, entre una universidad y otra. Se puso en práctica una nueva tecnología, pero los resultados fueron bastante pobres.Hace poco, en Italia, el gobierno trató de imponer una nueva ley que ofendía los sentimientos del pueblo italiano. La principal reacción fue enviada por fax y, a la luz de tantos faxes, el gobierno se sintió obligado a cambiar esa ley. Ese es un buen ejemplo del poder revolucionario de las nuevas tecnologías de la comunicación. Pero entre los faxes y la abolición de la ley, ocurrió algo más. Por aquella época, yo estaba viajando y sólo vi una fotografía en un periódico extranjero. Retrataba a un grupo de jóvenes reunidos frente al Parlamento y desplegando provocativos pósteres. No sé si sólo con los faxes hubiera sido suficiente. Desde luego, la circulación de faxes produjo un nuevo tipo de contacto interpersonal y, gracias a ellos, la gente entendió que ya era hora de reencontrarnos.En el origen de esta historia sólo había un ícono, la sonrisa de Berlusconi, que convenció visualmente a tantos italianos para que lo votaran. Después de eso, todos sus oponentes se sintieron frustrados y marginados. El Hombre Mediático había ganado. Entonces, enfrentados a una insoportable provocación, disponían de una nueva tecnología que daba a la gente el sentido de su insatisfacción así como de su fuerza. Entonces llegó el momento en que muchos salieron de su soledad del fax y se volvieron a encontrar. Y ganaron.Es bastante difícil hacer una teoría basada en un solo episodio, pero me permito utilizar este ejemplo como alegoría. Cuando una secuencia multimedia integrada de acontecimientos consigue devolver a la gente a una realidad no virtual, puede ocurrir algo nuevo.
Clarín - 27- 09 - 1998
domingo, 22 de noviembre de 2009
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